La agrupación nacida en la Villa 21-24 de Barracas trabaja hace 16 años con pibes y jóvenes que a través del arte intentan buscarle una salida a las dificultades cotidianas. Con ese impulso y el compromiso en el lomo de modificar las cosas de una forma colectiva y solidaria, el grupo continúa expandiendo sus brazos en otros barrios de la Ciudad de Buenos Aires y del Conurbano. Ya son casi 400 los chicos y chicas que participan en los talleres y las actividades que apuntan a la integración.
Por Nahuel Lag
Fotografía gentileza de Daniel Davobe
Buenos Aires, junio 16 (Agencia NAN-2010).- Todo empezó un día de 1996, cuando Mariana Rufolo y Pablo Holgado entraron con zancos, telas, aros y otros instrumentos circenses para instalarse en un galpón lindero al comedor Amor y Paz en la Villa 21-24 de Barracas y fundar Circo Social del Sur (CSS). La idea era que los chicos y chicas comiencen a acercarse para conocer el arte de transformar el cuerpo en una pirueta, pero con otra inquietud de fondo: que el circo sea arte pero también social. A 16 años de aquellos primeros pasos, sus fundadores cuentan orgullosos que ya no son “los referentes en el barrio, sino que ahora lo son los chicas y chicos que crecieron con la organización", por cuyos talleres pasan unos 400 jóvenes al año, calculó Holgado en diálogo con Agencia NAN. Desde sus inicios en la villa, el circo multiplicó sus espacios y comenzó una nueva etapa marcada por la búsqueda de la profesionalización de los jóvenes y la difusión de la pedagogía del circo social “para sembrar la semillita en todo el país”, resaltó Rufolo. Ahora, también la faceta artística tiene nuevos horizontes con la creación de la Red Iberoamericana para el Desarrollo del Arte Circense, justo cuando parece llegar el “sueño de la carpa propia”.
“¿Vos sos la hermana de Darío?”, le preguntó Mariana a Nadia como excusa para sumarla al galpón del circo que crecía al lado del comedor Amor y Paz. Nadia dijo que sí, que era la hermana de Darío Ayala --uno de los primeros chicos de la 21-24 en sumarse al espacio y emprender el camino que lo transformó en un profesional del trapecio-- y también que quería entrar al Taller de Iniciación. Entonces, dejó atrás la ausencia de amigos en el barrio, por la reticencia de sus padres a que juegue en las calles de la zona “por miedo”, y comenzó su historia de diez años con el circo.
“Aprender a andar en zancos es una tarea en la que la persona que acompaña sabe que el que está sobre los zancos depende de uno. Entonces ambos tienen que generar una relación de confianza. En los inicios, tiene un significado de regresión, de aprender a caminar de nuevo en una nueva relación con el resto de los chicos del barrio, creando una relación de confianza que rompe con la desconfianza entre las personas, que cuenta cada una con historias de vida difíciles”, analizó Rufolo recordando el sentir de las primeras “herramientas de transformación social” que el circo ofreció en la villa.
Para Nadia, ese aprender a andar en zancos significó conformar su primer grupo de amigos del barrio y sentir la contención de los profesores del galpón. Entonces, le dio para adelante y siguió con el trapecio y la acrobacia (“¿Qué hacés: vueltas carnero?”, le preguntaban quienes no conocían el arte circense) hasta que se encontró siendo la profesora de los talleres de iniciación. La organización amplió sus espacios de trabajo por otros barrios, y en estos días, está presente en el barrio porteño de Piedrabuena, donde trabaja con el galpón Piedrabuenarte; y en Ciudad Oculta, partido de La Matanza; donde trabajan con la organización Convivencia.
“Al principio prefería viajar dos horas para dar los talleres. Tenía miedo de que los chicos no me acepten porque era del barrio. Pero hace cuatro años me encontré con un grupo de 15 genios que, al principio, no me creían que era del barrio y ahora me ven y piensan que si yo llegué, ellos también pueden”, explicó Nadia en diálogo con esta agencia.
“El circo implica un armado colectivo y solidario que otras técnicas artísticas no tienen, son más individualistas. En circo, la suma de las partes no es igual al todo, sino que hay un extra en lo grupal; quizá en la música pase algo parecido. Además, se involucra el cuerpo, un lenguaje cercano a los jóvenes de sectores vulnerables, acostumbrados a ponerle el cuerpo a la vida, en su relación con su entorno, con la calle. No es como un chico en su departamento con una computadora”, resumió Rufolo algunos aspectos propios de la pedagogía circense.
Esa pedagogía creció junto a la organización y Holgado resalta que ahora “ya no somos los referentes del circo sino que lo son los chicos que crecieron con la organización”. Ese cambio, llevó al grupo a una nueva etapa: “Después de años de trabajar con niños, nos encontramos tratando con jóvenes que se dieron cuenta de que el circo es lo que quieren seguir haciendo en sus vidas. El desafío es desarrollar proyectos para acompañarlos. Hoy, la fuerza está puesta en los jóvenes, porque creemos que son el sector social más perjudicado, en una etapa de su vida en la que pocas cosas los atraen y tiene pocas alternativas”, sostuvo el cofundador.
Por eso, desde hace un año y medio, el CSS puso en marcha el Taller de Formación de Formadores y el Taller de Profesionalización. El primero, busca transmitir la pedagogía del circo social a los jóvenes de la organización “que deseen devolver en sus barrios todo lo que ellos recibieron”, apuntó Holgado, pero también trabajar con las iniciativas que replican la pedagogía en distintas partes del país. La Pampa, Rosario, Córdoba y el interior de la provincia de Buenos Aires ya son tierras fértiles donde germina la semilla del CSS.
Mientras, el Taller de Profesionalización se da cuatro veces por semana, durante varias horas y de local: en el primer piso de una antigua fábrica reciclada por la Comunidad Hipermediática Experimental Latinoamericana (Chela), que le otorgó un espacio a la organización en el edificio ubicado en Iguazú 451, del barrio de Parque Patricios. “Para los jóvenes, el circo es un desafío inagotable, siempre hay un nuevo desafío, un nuevo objetivo”, señaló Rufolo.
Los nuevos desafíos estuvieron frente a ellos cuando fueron invitados a presenciar el pre-estreno de Quidam, la nuevo obra del Cirque du Soleil. El CSS es la organización elegida por la compañía de circo canadiense para respaldar su trabajo a partir del programa social Cirque du Monde. En ese marco, los jóvenes de la organización realizaron una obra mural junto al artista Omar Gasparini, que se mantiene en exposición y será sorteada a beneficio de la organización el 27 de junio, última función de Quidam. Hasta ese día, todos los que lleguen a la carpa del Cirque du Soleil podrán adquirir un cupón para llevarse la historia del circo a su casa.
Un presentador en zancos, el galpón de fondo; una chica sobre su trapecio, tres paredes encerrando a decenas de personas de rostros duros; un joven sonriente haciendo una vertical, dos jóvenes fumando y robando. La obra muestra esas imágenes y resume cómo el circo modificó sus vidas y el entorno del barrio: “La escuela del circo está dibujada y muestra cómo desde ese galpón chico pueden salir grandes artistas, que todavía siguen creciendo”, señaló Nadia. Y la artista y profesora avanzó sobre otra apreciación en cuanto al espacio que ocupa la representación del barrio en el mural: “Estamos nosotros como artistas y después el barrio. No significa negar nuestra historia, sino que para nosotros lo importante es ser artistas y que todo el barrio puede salir afuera de esas paredes en la que está encajonado y unirse, para dejar atrás esa otra realidad”.
El mural da una señal más de la vida futura de la organización: en el extremo izquierdo del mural se ve media carpa de circo. Es que después de 16 años de circo, con el aporte de una fundación norteamericana, el CSS podrá tener su propia carpa. Holgado aseguró que les permitirá cumplir otro sueño: “El de tener un centro de formación”. Además, avanzar de manera “metódica” en el trabajo artístico, que también estará nutrido por el intercambio con la Red Iberoamericana para el Desarrollo del Arte Circense, creada en abril de este año y compuesta por escuelas de arte social de Chile, Brasil, Perú, Colombia, Portugal y España.
A la espera de conseguir la cesión de un predio donde poder instalarla, Rufolo comenzó a soñar: “La carpa tiene una magia que no la tiene otro espacio (galpones o teatros, donde se desarrollan la mayoría de las actividades circenses en el país). El arte circense está íntimamente relacionado con la carpa. Para nosotros, significa revalorizar el circo en Argentina, porque el tradicional está perdiendo espacio por falta de una renovación estética. Es tarea de las nuevas generaciones recuperar el circo”.
Fuente: Agencia NAN
Por Nahuel Lag
Fotografía gentileza de Daniel Davobe
Buenos Aires, junio 16 (Agencia NAN-2010).- Todo empezó un día de 1996, cuando Mariana Rufolo y Pablo Holgado entraron con zancos, telas, aros y otros instrumentos circenses para instalarse en un galpón lindero al comedor Amor y Paz en la Villa 21-24 de Barracas y fundar Circo Social del Sur (CSS). La idea era que los chicos y chicas comiencen a acercarse para conocer el arte de transformar el cuerpo en una pirueta, pero con otra inquietud de fondo: que el circo sea arte pero también social. A 16 años de aquellos primeros pasos, sus fundadores cuentan orgullosos que ya no son “los referentes en el barrio, sino que ahora lo son los chicas y chicos que crecieron con la organización", por cuyos talleres pasan unos 400 jóvenes al año, calculó Holgado en diálogo con Agencia NAN. Desde sus inicios en la villa, el circo multiplicó sus espacios y comenzó una nueva etapa marcada por la búsqueda de la profesionalización de los jóvenes y la difusión de la pedagogía del circo social “para sembrar la semillita en todo el país”, resaltó Rufolo. Ahora, también la faceta artística tiene nuevos horizontes con la creación de la Red Iberoamericana para el Desarrollo del Arte Circense, justo cuando parece llegar el “sueño de la carpa propia”.
“¿Vos sos la hermana de Darío?”, le preguntó Mariana a Nadia como excusa para sumarla al galpón del circo que crecía al lado del comedor Amor y Paz. Nadia dijo que sí, que era la hermana de Darío Ayala --uno de los primeros chicos de la 21-24 en sumarse al espacio y emprender el camino que lo transformó en un profesional del trapecio-- y también que quería entrar al Taller de Iniciación. Entonces, dejó atrás la ausencia de amigos en el barrio, por la reticencia de sus padres a que juegue en las calles de la zona “por miedo”, y comenzó su historia de diez años con el circo.
“Aprender a andar en zancos es una tarea en la que la persona que acompaña sabe que el que está sobre los zancos depende de uno. Entonces ambos tienen que generar una relación de confianza. En los inicios, tiene un significado de regresión, de aprender a caminar de nuevo en una nueva relación con el resto de los chicos del barrio, creando una relación de confianza que rompe con la desconfianza entre las personas, que cuenta cada una con historias de vida difíciles”, analizó Rufolo recordando el sentir de las primeras “herramientas de transformación social” que el circo ofreció en la villa.
Para Nadia, ese aprender a andar en zancos significó conformar su primer grupo de amigos del barrio y sentir la contención de los profesores del galpón. Entonces, le dio para adelante y siguió con el trapecio y la acrobacia (“¿Qué hacés: vueltas carnero?”, le preguntaban quienes no conocían el arte circense) hasta que se encontró siendo la profesora de los talleres de iniciación. La organización amplió sus espacios de trabajo por otros barrios, y en estos días, está presente en el barrio porteño de Piedrabuena, donde trabaja con el galpón Piedrabuenarte; y en Ciudad Oculta, partido de La Matanza; donde trabajan con la organización Convivencia.
“Al principio prefería viajar dos horas para dar los talleres. Tenía miedo de que los chicos no me acepten porque era del barrio. Pero hace cuatro años me encontré con un grupo de 15 genios que, al principio, no me creían que era del barrio y ahora me ven y piensan que si yo llegué, ellos también pueden”, explicó Nadia en diálogo con esta agencia.
“El circo implica un armado colectivo y solidario que otras técnicas artísticas no tienen, son más individualistas. En circo, la suma de las partes no es igual al todo, sino que hay un extra en lo grupal; quizá en la música pase algo parecido. Además, se involucra el cuerpo, un lenguaje cercano a los jóvenes de sectores vulnerables, acostumbrados a ponerle el cuerpo a la vida, en su relación con su entorno, con la calle. No es como un chico en su departamento con una computadora”, resumió Rufolo algunos aspectos propios de la pedagogía circense.
Esa pedagogía creció junto a la organización y Holgado resalta que ahora “ya no somos los referentes del circo sino que lo son los chicos que crecieron con la organización”. Ese cambio, llevó al grupo a una nueva etapa: “Después de años de trabajar con niños, nos encontramos tratando con jóvenes que se dieron cuenta de que el circo es lo que quieren seguir haciendo en sus vidas. El desafío es desarrollar proyectos para acompañarlos. Hoy, la fuerza está puesta en los jóvenes, porque creemos que son el sector social más perjudicado, en una etapa de su vida en la que pocas cosas los atraen y tiene pocas alternativas”, sostuvo el cofundador.
Por eso, desde hace un año y medio, el CSS puso en marcha el Taller de Formación de Formadores y el Taller de Profesionalización. El primero, busca transmitir la pedagogía del circo social a los jóvenes de la organización “que deseen devolver en sus barrios todo lo que ellos recibieron”, apuntó Holgado, pero también trabajar con las iniciativas que replican la pedagogía en distintas partes del país. La Pampa, Rosario, Córdoba y el interior de la provincia de Buenos Aires ya son tierras fértiles donde germina la semilla del CSS.
Mientras, el Taller de Profesionalización se da cuatro veces por semana, durante varias horas y de local: en el primer piso de una antigua fábrica reciclada por la Comunidad Hipermediática Experimental Latinoamericana (Chela), que le otorgó un espacio a la organización en el edificio ubicado en Iguazú 451, del barrio de Parque Patricios. “Para los jóvenes, el circo es un desafío inagotable, siempre hay un nuevo desafío, un nuevo objetivo”, señaló Rufolo.
Los nuevos desafíos estuvieron frente a ellos cuando fueron invitados a presenciar el pre-estreno de Quidam, la nuevo obra del Cirque du Soleil. El CSS es la organización elegida por la compañía de circo canadiense para respaldar su trabajo a partir del programa social Cirque du Monde. En ese marco, los jóvenes de la organización realizaron una obra mural junto al artista Omar Gasparini, que se mantiene en exposición y será sorteada a beneficio de la organización el 27 de junio, última función de Quidam. Hasta ese día, todos los que lleguen a la carpa del Cirque du Soleil podrán adquirir un cupón para llevarse la historia del circo a su casa.
Un presentador en zancos, el galpón de fondo; una chica sobre su trapecio, tres paredes encerrando a decenas de personas de rostros duros; un joven sonriente haciendo una vertical, dos jóvenes fumando y robando. La obra muestra esas imágenes y resume cómo el circo modificó sus vidas y el entorno del barrio: “La escuela del circo está dibujada y muestra cómo desde ese galpón chico pueden salir grandes artistas, que todavía siguen creciendo”, señaló Nadia. Y la artista y profesora avanzó sobre otra apreciación en cuanto al espacio que ocupa la representación del barrio en el mural: “Estamos nosotros como artistas y después el barrio. No significa negar nuestra historia, sino que para nosotros lo importante es ser artistas y que todo el barrio puede salir afuera de esas paredes en la que está encajonado y unirse, para dejar atrás esa otra realidad”.
El mural da una señal más de la vida futura de la organización: en el extremo izquierdo del mural se ve media carpa de circo. Es que después de 16 años de circo, con el aporte de una fundación norteamericana, el CSS podrá tener su propia carpa. Holgado aseguró que les permitirá cumplir otro sueño: “El de tener un centro de formación”. Además, avanzar de manera “metódica” en el trabajo artístico, que también estará nutrido por el intercambio con la Red Iberoamericana para el Desarrollo del Arte Circense, creada en abril de este año y compuesta por escuelas de arte social de Chile, Brasil, Perú, Colombia, Portugal y España.
A la espera de conseguir la cesión de un predio donde poder instalarla, Rufolo comenzó a soñar: “La carpa tiene una magia que no la tiene otro espacio (galpones o teatros, donde se desarrollan la mayoría de las actividades circenses en el país). El arte circense está íntimamente relacionado con la carpa. Para nosotros, significa revalorizar el circo en Argentina, porque el tradicional está perdiendo espacio por falta de una renovación estética. Es tarea de las nuevas generaciones recuperar el circo”.
Fuente: Agencia NAN
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